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JULIO VERNE, ¿INVENTOR O VISIONARIO? (Primera Parte)
por ARIEL PÉREZ

¿Fue Julio Verne el más incomprendido de los visionarios del siglo XIX o uno de los inventores más grandes de la pasada centuria? La pregunta continúa aún sin respuesta y los defensores de ambas teorías siguen aportando continuamente nuevos elementos con el objetivo de demostrar la equivocación del bando contrario. Para los primeros el autor francés fue un visionario a la altura de Nostradamus, un hombre capaz de prever con visión de largo alcance muchos de los adelantos científicos que nos traería el siglo XX, un hombre que, por inspiración divina o, como dicen muchos de ellos, por la información suministrada por seres extraterrestres, fue capaz de adelantarse en el tiempo de una forma asombrosa. Los defensores de la segunda teoría son menos osados y más conservadores y afirman que Verne no hizo más que inventar sus máquinas a partir de la información científica de la época.

En un plano más neutral, desde la tribuna de lo imparcial, les propongo un recorrido a través del cual analizaremos las interioridades de las “visiones” o los “inventos” que comenzaron bien pronto desde su primera novela publicada.

Conquistando los cielos

Se dice que la historia de la aerostación empezó a finales del siglo XVIII, en Francia cuando los hermanos Montgolfier fueron los primeros en construir un globo de papel. Utilizando un gas mucho más ligero que el aire, consiguieron que éste se elevara, en su primera ascensión, hasta los quinientos metros. ¡Habían inventado el globo aerostático! En el año siguiente, en 1783, los hermanos Montgolfier, en una demostración en el Palacio de Versalles, colgaron un cesto del globo y metieron dentro a una oveja, un pato y un gallo y estos fueron, por consiguiente, los primeros pasajeros de la historia del globo. El primer vuelo con personas se realizó ese propio año y en esta ocasión el intrépido fue Pilâtre de Rosiers que ascendió hasta los mil metros de altura, durando el vuelo unos veinticinco minutos, y recorriendo unos diez kilómetros. El globo confeccionado por los hermanos Montgolfier, llevaba una cesta de mimbre en la que se había colocado un horno de leña con el fin de mantener el aire caliente dentro del globo. La historia también recoge que fue en 1785 cuando se llevó a cabo el primer vuelo sobre el Canal inglés, en 1821 el primer viaje de larga duración que duró dieciocho horas, recorriéndose la distancia de quinientas millas entre las ciudades de Londres y Weiburg en Alemania y en 1849 el primer viaje a través de los Alpes recorriendo la distancia entre Marsella y Turín. No se podría completar la historia sin decir además que hacia finales del siglo XVIII se inventaron también los globos de gas y los dirigibles, siendo estos últimos los grandes protagonistas del aire durante el siglo XIX.

Portada de "Cinco semanas en globo"Ochenta años después del invento de los hermanos Montgolfier, un compatriota, el escritor y novelista francés Julio Verne publicaba Cinco semanas en globo donde describe un viaje sobre África a través del cual el Doctor Fergusson y sus acompañantes asisten a la confirmación de la existencia de varios lugares descritos por los primeros exploradores del continente africano. Muchos consideran que Verne hizo en esta novela su primera gran predicción, la referente a los viajes en globo. Si bien podemos tomar en consideración que ya con anterioridad los viajes en globo propiamente dichos eran realidad, también se puede significar que en la época en que Verne escribe su viaje sobre África, el hecho de que se pudiese viajar en globo a través de largas distancias era algo más que una hipótesis. Verne simplemente describe un viaje de una duración mucho más larga que la usual, detallando además un novedoso método que permite el ascenso y descenso del globo, además de la posibilidad de dirigirlo. El mismo autor expresa en una entrevista: “Puedo decirle que tanto en el momento en que escribí la novela como ahora, no tengo fe en la posibilidad de dirigir globos, a excepción de que se estuviera en una atmósfera completamente estancada como, por ejemplo, en esta habitación. ¿De qué manera se puede construir un globo que logre enfrentar corrientes de seis, siete u ocho metros por segundo? Es sólo un sueño, aunque creo que si la pregunta alguna vez fuera resuelta esta sería con una máquina que fuera más pesada que el aire, siguiendo el principio del pájaro que puede volar aun cuando es más pesado que el aire.

Verne recrea la idea de utilizar una máquina más pesada que al aire con el objetivo de dominar el espacio aéreo en Robur el conquistador. El Albatros es descrito de la siguiente manera: “Todo el aparato volante del ingeniero Robur participaba o ejercía ambas funciones. He aquí la descripción exacta, que podía dividirse en tres partes esenciales: la plataforma, las máquinas de suspensión y de propulsión y la maquinaria. La plataforma: era una construcción de treinta metros de longitud por cuatro de anchura, auténtico puente de nave con proa en forma de espolón. En la parte inferior quedaba colocada en forma redonda un casco, sólidamente encajado, que encerraban los aparatos destinados a producir la potencia mecánica, el pañol o depósito para las municiones, los aparatos, los útiles, el almacén general para las provisiones de toda especie, incluyendo los depósitos para agua. (…) Las máquinas de suspensión y de propulsión: encima de la plataforma aparecían verticalmente treinta y siete ejes, de los cuales quince iban en la parte delantera a ambos lados, y los siete restantes, más elevados, se hallaban en el centro. A primera vista, parecía el aparato un buque con treinta y siete mástiles. Sólo que todos aquellos mástiles, en lugar de velas, llevaban cada uno dos hélices horizontales, de un paso y de un diámetro bastante pequeños, sin que esto fuera obstáculo para que se les pudiera imprimir una rotación prodigiosa. Cada uno de aquellos ejes tenía un movimiento independiente del movimiento de los otros, y además, de dos en dos, cada eje giraba en sentido inverso; disposición necesaria para que el aparato no emprendiera un movimiento giratorio. De esta manera las hélices, continuando su elevación sobre la columna de aire vertical, mantenían el equilibrio contra la resistencia horizontal. (…) La maquinaria: no era al vapor de agua u otros líquidos, ni al aire comprimido u otros gases elásticos, ni a mezclas explosivas capaces de producir una acción mecánica, a quienes Robur había pedido la potencia necesaria para sostener y mover su aparato, sino a la electricidad, a este agente que, andando el tiempo, habrá de ser el alma del mundo industrial. Por otra parte, no empleaba ninguna máquina electromotriz para producirlo. Solamente pilas y acumuladores.

La descripción de esta máquina, de hecho, bastante ingeniosa, puede llevarnos a pensar en algo similar a los modernos helicópteros. Pero, ¿fueron las ideas originales de Verne las que dieron lugar a la descripción de semejante máquina? Recientes descubrimientos apuntan a decir que, mucho antes de escribir su novela, Julio conoció, en 1863, a los ingenieros Gabriel de Landelle y Gustave Ponton d'Amecourt quienes eran miembros del club de aviación fundado en ese mismo año por Nadar. Ponton d'Amecourt había creado con anterioridad maquetas de helicópteros propulsados por vapor y había creado además un modelo de aeronave muy parecida al Albatros de Robur. Algo que sí parece original es la idea del uso de la electricidad como fuerza motora del aparato, algo en lo cual Verne no se limitó sólo al Albatros, puesto que muchas otras de sus máquinas usan la misma fuente de energía.

Si se toma en consideración que el primer intento de vuelo vertical del cual se tiene conocimiento fue realizado por Paul Cornu el 13 de noviembre de 1907 y que la historia reconoce que los primeros modelos de helicópteros fueron diseñados por el ruso Igor Sikorsky en 1908, se debe concluir entonces que Verne se adelantó algunos años a describir algo parecido a lo que luego sería un helicóptero. Por ultimo, es interesante decir que algo nunca imaginado vino a incitar la opinión pública cuando, varios años más tardes, Igor en su autobiografía declaró que su lectura juvenil de Robur el conquistador le inspiró directamente a trabajar en la idea del helicóptero. Había jurado que algún día construiría una máquina como el Albatros.

El ciclo verniano del dominio de los cielos terrestres terminó unos años después, cuando el genial autor francés volvería a excitar la imaginación de millones de lectores en el mundo entero con la descripción de una nueva máquina más ingeniosa y más asombrosa que la descrita en Robur el conquistador. Se trataba del Terror, tal era el nombre que le daba su creador, que no era otro que el mismo Robur que años antes había secuestrado a Uncle Prudent y lo había llevado a recorrer el mundo a bordo del Albatros. Esta nueva máquina tenía la propiedad de comportarse bajo cuatro aspectos diferentes: como barco, avión, submarino y automóvil. Este aparato luego de conquistar el aire, el agua y la tierra es destruido por el fuego, el cuarto elemento, lo que constituye algo en extremo simbólico y muy propio de las historias de Verne. De acuerdo a Pierre Versins en su artículo “El sentimiento del artificio”, Verne pudo haberse inspirado en la novela Los devoradores de fuego de Jacolliot, publicada en 1887, para fabricar el prototipo del Terror.

Las sorpresas de un viaje submarino

Veinte mil leguas de viaje submarino ha sido una de sus novelas más polémicas y a la vez más populares, sobre todo para la industria del cine y la televisión. Si bien no se puede afirmar que Verne se antepone con su imaginación a lo que sería un siglo después el submarino, sí se pueden extraer de esta novela algunas otras anticipaciones interesantes. Según expresó el propio Verne en una entrevista, el submarino - o al menos una idea de lo que era - ya existía en su época, por lo que él solo recreó su uso, dotándolo en la novela de ciertas características finamente descritas que le proporcionaban al lector la idea de encontrarse a bordo del Nautilus navegando hacia lo desconocido.

En efecto, aun cuando se ha dicho, redicho y propagado como un mito que Verne tuvo a su cargo lEl capitán Nemoa primera descripción de los modernos submarinos, lo cierto es que no fue así. Hacia finales del siglo XVIII había sido presentado en el Directorio de París por Robert Fulton, un inventor norteamericano, un prototipo de submarino, que casualmente llevaba el mismo nombre que el de la novela de Verne. La prueba de este submarino fue realizada con éxito en Francia entre los años 1800 y 1801, cuando Fulton y tres mecánicos descendieron a una profundidad de 25 pies. Es necesario dejar claro además que la historia del submarino se remonta a muchos años antes de esta presentación cuando en 1620 fue construido el primer submarino que sirvió de base para los futuros, siendo esta invención obra de Cornelis Drebbel, que había diseñado un vehículo sumergible de madera forrado en cuero. Podía llevar a 12 remeros y un total de 20 hombres. ¡Todo un acontecimiento para la época! El aparato podía zambullirse a la profundidad de 20 pies y tener un recorrido de 10 kilómetros.

Pero existen elementos en la novela que sí constituyen ideas de anticipación. El uso de las escafandras en el siglo XIX le posibilitaba al buzo mantenerse bajo las aguas. En los trabajos submarinos el individuo iba provisto de un traje impermeable y con la cabeza protegida por un casco metálico, mientras que recibía el aire para poder respirar a través de unos tubos de goma que lo unían a la fuente de entrada y salida de este fluido en la embarcación. El capitán Nemo invita al profesor Aronnax a un paseo submarino. Al mostrarse sorprendido es entonces cuando Nemo dice: “…En estas condiciones el hombre no goza de libertad de movimientos. Está prendido por un tubo de goma que lo une a la tierra como una verdadera cadena…de ese modo no sería mucha la distancia que podríamos recorrer…”. A la pregunta del profesor Nemo responde con la existencia de un aparato que “…se compone de un fuerte receptáculo de metal, en el cual se almacena el aire a una presión de cincuenta atmósferas. Este recipiente va fijado a la espalda mediante unas correas similares a las que usan los soldados…”. Este sencillo aparato no es otra cosa que el conocido tanque de aire que llevan los buzos, y que le aseguran largas estancias en el mar y libertad de movimientos a través del mundo subacuático. Verne había descrito la escafandra autónoma que hizo su aparición en el siglo XX.

Otro de los elementos a notar radica en el uso que el capitán Nemo le da a la electricidad. No sólo le proporciona iluminación al submarino, sino que además es utilizada como fuerza motriz del aparato, además de tener otros usos. El propio Nemo afirma: “Existe un agente poderoso, dúctil, rápido, sencillo, que se adapta a todas las aplicaciones y que reina como dueño absoluto a bordo de mi máquina. Todo se hace gracias a él. Me ilumina, me proporciona calor, es el espíritu de mis aparatos mecánicos. Ese agente es la electricidad…”. Pero más sorprendente aún resulta el hecho de que instantes después Nemo argumenta que es el propio mar quien le proporciona los medios necesarios para generar la electricidad y explica: “¿Conoce usted la composición del agua de mar? En mil gramos hay noventa y seis centésimas y dos tercios, más o menos, de cloruro de sodio, y después, en menores cantidades, cloruros de magnesio y de potasio, bromuro de magnesio, sulfato de magnesio, sulfato y carbonato de cal. Como usted ve, el cloruro de sodio figura principalmente en esta composición. Ahora bien, este sodio es el que yo extraigo del mar para construir mis elementos…”.

Aparecen las máquinas de guerra y las intenciones bélicas

En el año 1879, Verne publica una de sus novelas más escalofriantes. Se trata de Los quinientos millones de la Begún, donde posiblemente se hace la descripción de una de las más impactantes y controvertidas “predicciones” vernianas. Sus palabras anticipadoras adquirieron carácter de trágica profecía. En esta obra mostró a las generaciones futuras lo que sería en el siglo XX, el ascenso del fascismo y su tristemente célebre caudillo, Adolfo Hitler, el cual guarda una asombrosa similitud con el Herr Schultze de su novela. Este individuo formaba vastos proyectos para destruir a todos los pueblos que rehusasen fusionarse o someterse al pueblo germánico. Herr Schultze estaba decidido a conquistar el mundo. Su única obsesión consistía en difundir la idea de que la raza germánica tenía que absorber a todas las demás, las cuales naturalmente debían desaparecer para dar paso a la vencedora, y eso por una razón sencilla: la raza  germánica era superior a las otras. Muchos lectores se burlaron ante la creación de un hombre tan siniestro. A pesar de ello diez años después nacía, en la localidad austriaca de Braunan, Adolfo Hitler.

La discusión fundamental en torno a esta “profecía” radica en un punto. Se conoce que fue Pascal Grousset (que escribía bajo el seudónimo de André Laurie) quien escribió gran parte de esta novela, por tanto cabría preguntarse ¿quién concibió el personaje de Herr Schultze? ¿Fue Verne o Pascal? Los especialistas no han podido dar una respuesta acertada sobre este punto, pues no se tiene referencia de las partes que cada uno de ellos escribió para la novela. En cualquier caso, aunque la “predicción” es asombrosa, los especialistas vernianos han querido guardar silencio en cuanto a proclamar ésta como una de sus posibles anticipaciones.

Otra posible anticipación bien controvertida es la que propone a Julio Verne como el primer ser humano en hablar de la bomba atómica. En Ante la bandera, publicada en 1896 se describe una terrible arma. Un sabio enloquecido por la soberbia pone en manos de un inescrupuloso un potente explosivo: “el fulgurador Roch”. Verne lo describe en los términos siguientes: “…consistía en una especie de aparato autopropulsivo de fabricación muy especial, cargado con un explosivo compuesto de sustancias nuevas… Este aparato al ser dirigido de cierta manera, estallaba no al chocar contra el objeto, o sea el blanco de la puntería, sino a una distancia de cientos de metros y su acción sobre las capas atmosféricas era tan enorme, que toda construcción, ya fuera una fortaleza o un buque de guerra, debía quedar aniquilado dentro de una zona de diez mil metros cuadrados…”.

Los defensores de la “profecía” argumentan que las bombas atómicas norteamericanas lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945 destruyeron en su totalidad las edificaciones en un área cercana a la cifra proporcionada por Verne en su novela. Por otra parte, los detractores de tal teoría afirman que “el fulgurador Roch” era un explosivo muy poderoso, pero que de manera alguna puede compararse con la bomba atómica y agregan además que fue a partir de la versión de Veinte mil leguas de viaje submarino llevada al cine por los Estudios Disney que se comenzó a creer de forma extendida que era Verne el que había profetizado con muchos años de antelación el uso de la bomba atómica en el siglo XX.

En La casa de vapor, el autor galo describe una inmensa fortaleza rodante, en la cual un grupo de personas viajan a través de la India. La descripción de este gigante de acero nos da una imagen muy semejante a los actuales tanques de guerra que hicieron su aparición en la Primera Guerra Mundial. Comienza Verne su descripción de la siguiente manera: “En el amanecer de aquel día se puso en marcha desde uno de los arrabales de la capital de la India la más extraña que la inteligencia humana haya podido concebir. Era una especie de tren que subía a orillas del río Hugli llevando a la cabeza un enorme elefante de 20 pies de alto por 30 de largo, con la trompa medio enroscada y con la punta al aire… Aquel monstruo tiraba de una especie de tren compuesto de dos inmensos vagones, que eran más bien dos casas o bungalows rodantes, montados sobre cuatro ruedas cada uno, las cuales tenían estrías en las llantas, los cubos y los rayos. El primer coche estaba unido al segundo por medio de un puentecillo articulado…”.

Luego, en los párrafos siguientes se dedica a describir detalladamente el interior del gigante: “El maquinista iba en la torrecilla que había sido hecha a prueba de balas y en la que, en caso de necesidad, podían refugiarse los pasajeros… No había miedo de que patinasen las ruedas, pues no sólo eran estriadas como ya se dijo, sino que, además, el peso estaba perfectamente repartido entre ellas, y, en caso de necesidad, el maquinista tenía a su disposición frenos automáticos. El aparato estaba construido de tal modo que le era fácil subir pendientes hasta de diez y doce centímetros de inclinación por metro… Y aun tenía aquel aparato otra particularidad, y es que podía flotar y atravesar un río, pues el vientre del elefante y la parte inferior de los dos coches formaban barcos de fina chapa de metal…”.

El tanque de guerra propiamente dicho hizo su primera aparición en 1908 cuando un ingeniero inglés apellidado Roberts se presentó en las afueras de Londres conduciendo un vehículo blindado que, en lugar de ruedas, tenía planchas giratorias a modo de orugas. En 1912 al austriaco Gunter Bursyn se le ocurrió dotarlo de un cañón, y así nació el primer tanque de guerra. La idea no fue aceptada por ningún ejército hasta que, tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939-45), la guerra de trincheras impuso la necesidad de desplazarse con un vehículo ligero, todo terreno, poderoso e indestructible a través del frente. En este caso, Verne se adelanta a la invención del tanque.

Para completar sus descripciones de aparatos o invenciones relacionados con la guerra, Julio nos describe en El castillo de los Cárpatos las características de las alambradas electrificadas que se usarían mucho más tarde en la Primera Guerra Mundial. Nick Deck intentaba penetrar en el castillo del barón de Gortz y Verne describe el intento de la siguiente forma: “Nick se adelanto hasta la poterna… Se agarró a una cadena del puente levadizo y subió por ella hasta lo más alto del muro…en aquel momento se oyó un grito…Pero ¡que grito!…Lo había dado Nick Deck. Sus manos agarradas a la cadena, la suelta de pronto y cae al fondo del foso como herido por una mano invisible…

© Ariel Pérez
Publicado originalmente en Viaje al centro del Verne desconocido
Reproducido con permiso del autor


El autor: Ariel Pérez
Ariel Pérez mantiene la web en español más completa dedicada a la obra de Julio Verne, Viaje al centro del Verne desconocido. En ella tiene publicados diversos artículos sobre la vida y obra del escritor Francés. También es uno de los fundadores del Grupo Julio Verne, dedicado al escritor.
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