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NUEVOS LIBROS BASADOS EN LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

Alberto Santos Editor nos informa que ya están a la venta Aprendiz de Jedi 17. El único testigo y Aprendiz de Jedi 18. La amenaza interior. Podeis encontrar toda la colección (volúmenes 1-18) en la cadena Alcampo.

También en Alcampo, Eroski y Carrefour teneis a vuestra disposición Episodio III. La venganza de los Sith y toda la saga de Las Guerras Clon.

A continuación reproducimos con permiso del editor, la introducción de la novela Episodio III, escrita por Matthew Stover. Una breve pincelada que explica porqué fue este autor elegido por Lucas para narrar el fin de una era.

INTRODUCCIÓN: LA EDAD DE LOS HÉROES

Los cielos de Coruscant resplandecían de guerra.

La luz del día artificial, propagada por los espejos orbitales de la capital, se fraccionaba con las llamas de los motores iónicos que la cruzaban y se veía puntuada por explosiones estelares e hileras de restos que llovían hasta la atmósfera y se convertían en enmarañados lazos nubosos. El cielo nocturno era un encaje infinito de resplandecientes líneas que unían planetoides y trazaban erráticas espirales de mosquitos luminosos. Los seres que lo contemplaban desde los tejados del interminable paisaje urbano de Coruscant podrían encontrarlo hermoso.

Pero desde dentro es diferente.

Los mosquitos son el brillo de las toberas de los cazas estelares. Las resplandecientes líneas son descargas perdidas de turboláser lo bastante potentes como para desintegrar un pueblo pequeño. Los planetoides son cruceros estelares.

Desde dentro, la batalla es una tormenta de confusión y pánico, de rayos de partículas galvanizadas que pasan junto a tu caza en un fogonazo tan cercano que la carlinga resuena como un altavoz roto, de impactos que se sienten en las suelas de las botas cuando los misiles de impacto aciertan a tu crucero, matando a seres con los que te has entrenado, comido, jugado, reído y discutido. Desde dentro, la batalla es desesperación, terror y una certeza que te carcome el estómago de que la galaxia entera intenta matarte.

Por todos los restos de la República, seres desconcertados contemplan horrorizados y en directo por la HoloRed la batalla que se libra. Todos saben que la guerra ha ido muy mal. Todo el mundo sabe que cada día se mata o se captura a más Jedi, y que el Gran Ejército de la República ha ido perdiendo un sistema tras otro, pero esto...

¿Un ataque al mismo corazón de la República?

¿Una invasión a la propia Coruscant?

¿Cómo ha podido pasar esto?

Es una pesadilla, y nadie puede despertar de ella.

Todos contemplan en directo cómo el ejército droide separatista invade los barrios gubernamentales. La transmisión está llena de imágenes de soldados clon que, en clara inferioridad numérica, son abatidos en los salones del mismísimo Senado Galáctico por droides destructores implacablemente poderosos.

Un sobresalto de alivio: los soldados parecen repeler el ataque. En las salas de estar de toda la galaxia hay abrazos y hasta exclamaciones silenciosas cuando las fuerzas separatistas se retiran hasta sus naves de desembarco y vuelven a la órbita...

“¡Hemos ganado!”, se dicen unos a otros. “¡Los hemos rechazado!”

Pero entonces van llegando los boletines. Al principio sólo son rumores que cuentan que el ataque no era una invasión, que los separatistas no pretendían tomar el planeta y que todo había sido un golpe relámpago contra el Senado.

La pesadilla empeora: el Canciller Supremo ha desaparecido.

Palpatine de Naboo, el hombre más admirado de la galaxia. Aquel cuya habilidad política sin rival ha mantenido unida a la República, cuya integridad y valor personal prueban que la propaganda separatista de corrupción en el Senado es una mentira, y cuyo carismático liderazgo proporciona a toda la República voluntad para seguir luchando.

Palpatine es más que respetado. Es querido.

El simple rumor de su desaparición hunde una daga en el corazón de todos los amigos de la República. Todos lo saben en su corazón, en sus tripas, en sus propios huesos...

Sin Palpatine, la República caerá.

Por fin les llega la confirmación, y las noticias son peores de lo que nadie podría imaginar. El Canciller Supremo Palpatine ha sido capturado por los separatistas, y no sólo por ellos.

Está en poder del general Grievous.

Grievous no se parece a los demás líderes separatistas. Nute Gunray es traicionero y corrupto, pero es un neimoidiano, y en él son previsibles la traición y la corrupción, características éstas que incluso son consideradas virtudes para un Canciller de la Federación de Comercio. Poggle El Menor es archiduque de los maestros armeros de Geonosis, donde empezó la guerra. Es analítico e implacable, pero también pragmático. Y razonable. El Conde Dooku, alma política de la Confederación Separatista, es conocido por su integridad y por enfrentar sus principios contra lo que él considera corrupción en el Senado. Aunque le consideran equivocado, muchos lo respetan por el valor de sus erróneas convicciones.

Son seres valientes. Seres peligrosos. Implacables y agresivos.

Pero el general Grievous...

Grievous es un monstruo.

El comandante supremo de los separatistas es una abominación de la naturaleza, una fusión de carne y droide. Y sus partes mecánicas son más compasivas que las de carne alienígena que le quedan. Esta criatura medio viva ha asesinado a cientos de millones de personas. Planetas enteros han ardido por orden suya. Es el genio maligno de la Confederación. El arquitecto de sus victorias.

El responsable de sus atrocidades.

Y su garra de duracero se ha cerrado sobre Palpatine. Él mismo ha confirmado la captura con una transmisión de banda ancha desde su crucero insignia, en medio de la batalla orbital. Seres de toda la galaxia lo miran, tiemblan y rezan para despertar de tan espantoso sueño.

Porque saben que lo que están contemplando en directo por la HoloRed es la muerte de la República.

Muchos de esos seres rompen a llorar. Muchos más buscan consolar a sus maridos, esposas, compañeros de nido o tríadas de especie; y a sus retoños de toda clase, desde niños a cachorros, pasando por proles en huevo.

Pero entonces sucede algo extraño. Muy pocos jóvenes necesitan su consuelo. En vez de eso, son ellos los que consuelan a sus mayores. El mensaje es el mismo por toda la República y se transmite en palabras, feromonas, pulsaciones magnéticas, trenzas tentaculares o telepatía mental: “No os preocupéis. Todo se arreglará. Anakin y Obi-Wan llegarán en cualquier momento.”

Lo dicen como si esos nombres pudieran conjurar milagros.

Anakin y Obi-Wan. Kenobi y Skywalker. La frase “Kenobi y Skywalker” se ha convertido en una sola palabra desde el principio de las Guerras Clon. Están en todas partes. La películas de la HoloRed sobre sus misiones contra el enemigo separatista los han convertido en los Jedi más famosos de la galaxia.

Jóvenes de toda la galaxia conocen su nombre, lo saben todo sobre ellos y siguen sus hazañas como si fueran héroes del deporte en vez de guerreros librando una batalla desesperada por salvar la civilización. Ni siquiera los adultos son inmunes a ello; no es raro que un padre, exasperado al enfrentarse a un retoño que acaba de realizar una de esas locuras espectacularmente peligrosas propias de los infantes de todas partes, pregunte: “¿Quién te crees que eres, Kenobi o Skywalker?”

Kenobi prefiere hablar a luchar, pero cuando hay que luchar, pocos son rivales para él. Skywalker es el maestro de la audacia. Su intensidad, su arrojo y su pasmosa suerte son el complemento ideal de la deliberada calma y equilibrio de Kenobi. Juntos forman el martillo Jedi que ha aplastado la infección separatista en docenas de mundos.

Todos los jóvenes que contemplan la batalla de los cielos de Coruscant saben que cuando lleguen Anakin y Obi-Wan, esos sucios separatistas desearán no haberse levantado hoy de la cama.

Los adultos saben que no es así. Es parte de lo que significa ser adulto, darse cuenta de que los héroes son creaciones de la HoloRed, y que, después de todo, los verdaderos Kenobi y Skywalker son sólo humanos.

Y en el supuesto de que sean todo lo que las leyendas dicen que son, ¿quién dice que aparecerán a tiempo? ¿Quién sabe dónde están ahora? Podrían estar atrapados en algún mundo separatista de tercera. Podrían haber sido capturados o heridos. Incluso estar muertos.

Algunos de los adultos hasta se susurran a sí mismos: “Podrían haber caído.”

Porque hay historias. No en la HoloRed, claro, ya que las noticias de la HoloRed se controlan desde el Despacho del Canciller Supremo, y ni siquiera el reputado candor de Palpatine permitiría la difusión de esas historias. Pero la gente oye rumores. Rumores de nombres que los Jedi preferirían que no hubieran existido nunca.

Sora Bulq. Depa Billaba. Jedi que han caído presa de la oscuridad, que se han unido a los separatistas o, lo que es peor, que han masacrado civiles, o incluso asesinado a sus camaradas. Los adultos tienen la dolorosa sospecha de que no se puede confiar en los Jedi. Ya no. Que hasta el más grande de ellos puede llegar a... romperse.

Esos adultos no obtendrán consuelo de sus retoños. Palpatine ha sido capturado. Grievous escapará. La República caerá. Los simples seres humanos no pueden cambiar el curso de esta marea. Los simples seres humanos no pueden ni empezar a intentarlo. Ni siquiera Kenobi y Skywalker.

Y por eso esos adultos de toda la galaxia miran la HoloRed con cenizas llenando el hueco donde debería estar su corazón.

Porque no pueden ver los dos estallidos prismáticos de reversión al espacio real, muy lejos del campo de gravedad del planeta. Porque no pueden ver a la pareja de cazas estelares expulsar sus anillos de hiperimpulso y sumergirse, disparando todos sus cañones, en la tormenta de cazas buitre separatistas.

Una pareja de cazas estelares. Cazas Jedi. Sólo dos.

Basta con dos.

Basta con dos porque los adultos se equivocan, y sus retoños tienen razón.

Porque aunque aquí se acaba la Edad de los Héroes, ha dejado lo mejor para el final.

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