Camposanto
Iker Jiménez
SUMA DE LETRAS / 18 € / 384 p.
Hace unas semanas un nuevo sello editorial, Suma de Letras hacia su aparición en el mercado español y americano. Santillana Ediciones Generales presentaba SUMA, un sello que pretende ser de referencia para la novela de entretenimiento. Después de publicar Los crímenes del mosaico, de Giulio Leoni, La llave maestra, de Agustín Sánchez Vidal, y El séptimo unicornio, de Kelly Jones, aparece Camposanto, la primera novela del periodista Iker Jiménez. El placer del escalofrío En un pueblo perdido y abandonado de la provincia de Toledo, se produjo
en el siglo XVI una repentina mortandad que no parece estar justificada
por ninguna peste. El hecho parece olvidado por todos o voluntariamente
enterrado por los pocos que pueden saber algo. Por ejemplo, un extraño
sacerdote, amigo de sembrar pistas falsas entre los curiosos que se
acercan a preguntar. La cosa no pasaría de ser un enigma histórico más o
menos intrigante si no le hubiera costado la vida a uno de esos curiosos,
un periodista que, en los años setenta del siglo XX, se acercó demasiado a
la verdad de ese pueblo y su cementerio. Treinta años después, otro
periodista, admirador del anterior, emprende la misma búsqueda, y su
vida se verá envuelta en un torbellino de misterios, revelaciones y
peligros. ¿Qué ocurrió en ese pueblo que parece maldito y en el que sus
poquísimos habitantes son como presencias espectrales? Las muertes,
que se quieren atribuir a una peste extrañamente repentina y localizada
en el espacio, ocurrieron bajo el reinado de Felipe II, el monarca que
encerró a España bajo siete candados para salvaguardarla de la
contaminación de las herejías que asolaban Europa. Se sabe que no lo
consiguió y tuvo que completar su tarea recurriendo a las hogueras. Aquel
seguidor de la ortodoxia católica persiguió la herejía en todas sus
manifestaciones, en el campo doctrinal y dondequiera que apareciese.
Una personalidad compleja la de Felipe II: constructor de El Escorial,
coleccionista de pintura, aficionado en concreto a la de El Bosco, ese
artista que lleva siglos desafiando la capacidad de comprensión de
quienes se acercan a sus cuadros.
En una peripecia absorbente, de esas que cogen al lector por el
cuello y le obligan a seguir leyendo, el protagonista de Camposanto irá
atando los múltiples y peligrosos cabos que constituyen una de las
tramas mejor elaboradas de la narrativa española de losúltimos años. Pasando del siglo XVI a la actualidad, el lector acompaña
a los personajes en una indagación que les lleva de Madrid y Toledo a una
Venecia en la que sobreviven extrañas sectas del pasado, del lujoso
mundo de las subastas de arte en las que los eruditos se comportan como
tiburones a los lóbregos sótanos de ciertos palacios venecianos.
Pero, junto a esa trama compleja y trepidante, Iker Jiménez ha
construido una asfixiante atmósfera de terror. Buen conocedor de
ese terreno, el autor maneja con mano maestra las visiones y las
pesadillas que acechan al protagonista, construyendo un poderoso relato
de un género del que apenas hay muestras en España. Sólo por eso, por la
habilidad con que dibuja las apariciones fantasmales en un cementerio,
las repentinas visiones espantosas en calles desiertas, los miedos de las
peores pesadillas, Camposanto destaca dentro de la actual proliferación
de novelas de intriga y misterio. Otro puntal de la novela es el minucioso conocimiento histórico del
autor, al que éste, sin embargo, no se ata, sino que usa como trampolín
para su imaginación. Conocimiento e imaginación son los hilos, no
siempre fáciles de distinguir (¿dónde acaba la realidad histórica y empieza
la fantasía del autor?), con que se entreteje la novela. Para una empresa
así, nada mejor que uno de esos puntos oscuros de la Historia, un
episodio lo suficientemente desconocido como para resultar un fértil
terreno novelesco. No hay duda de que El Bosco y su pintura cumplen a
ón en ese sentido. El enigma de El Bosco
“Es indudable que hay algo de extrañamente moderno en la fantasía
anárquica y grotesca del Bosco, y no es fortuito que haya atraído
poderosamente al gusto contemporáneo. Pero los intentos para descubrir
la razón psicológica de sus motivos, o averiguar el origen de sus imágenes,
o hallar una interpretación coherente de su simbolismo continúan siendo
poco convincentes” (Diccionario Oxford de Arte). Cinco siglos después de su realización, las pinturas de El Bosco siguen subyugando a quien las contempla y desafiando la capacidad de
interpretación de espectadores y críticos. ¿Qué nos quiso decir aquel
artista que, a juzgar por su obra, pareció haber conocido realmente el
infierno? La pregunta choca contra un silencio de siglos, porque la vida de
El Bosco está tan envuelta en oscuridad como su obra. Es muy poco lo que
sabemos del pintor que nos dejó cuadros tan desasosegantes. Lo cierto es
que no hay nada semejante en toda la historia de la pintura. De no existir
los cuadros, sería muy difícil imaginar algo así en un momento en que los
artistas se movían entre la dorada pintura religiosa del gótico y la
ortodoxa belleza del Renacimiento. Pocos casos como el de El Bosco,
un misterio de por sí, para dar pie a una magnífica novela de
misterio.
El Bosco, además, vivió en un momento muy particular de la
historia de Europa, el paso del siglo XV al XVI. Las herejías que han
sacudido la Edad Media (cátaros, bogomilos...) se han extinguido como
tales, pero no la inquietud religiosa que las originó. En el Renacimiento,
las herejías son más elaboradas y estructuradas ―es el tiempo de la
Reforma― y la Iglesia está también más organizada y dispuesta a
combatirlas. Los herejes de la Edad Moderna ya no son visionarios
enloquecidos o ingenuos buscadores de una imposible pureza, sino gente
ilustrada que persigue una espiritualidad más auténtica que la de la
Iglesia oficial. El choque entre ambos fue cruento y quizá queden páginas
no bien conocidas.
En ese cruce de las luchas religiosas de la Edad Moderna y la
enigmática pintura de El Bosco se sitúa el nudo de esta novela capaz de
seducir al lector más exigente. ¿Quién fue, en realidad, El Bosco? ¿Qué
contradictoria relación tuvo Felipe II con su pintura: la admiró, la temió o
ambas cosas a la vez? ¿Son todas ésas historias extinguidas o su influencia
llega hasta nuestros días? Atmósfera y acción
Iker Jiménez ha cuidado con el mismo esmero la forma y el fondo de su
novela. Si la intriga, la investigación del protagonista y la acción en la que,
involuntariamente, se ve envuelto, no dejan respiro, las descripciones
de ambientes alcanzan momentos de gran calidad literaria. Por
ejemplo, ese Escorial rodeado de leyendas en el que agoniza Felipe II; el
exterminio, dirigido por el monarca, de los herejes del pueblo toledano,
que describe con una gelidez que atenaza al lector; o la Venecia que, bajo
su superficie de belleza turística, guarda un submundo de secretos y
terrores antiguos. Camposanto garantiza a quien abra sus páginas una
lectura absorbente, un placer ininterrumpido y una ración no
despreciable de sensaciones estremecedoras. En definitiva, esa
cosa tan apetecible como poco frecuente en nuestros lares: el
placer del escalofrío.
El autor: Iker Jiménez
Es licenciado
en Ciencias de la Información
por la Universidad
Complutense de Madrid y se ha
convertido en un auténtico
fenómeno radiofónico. Su
programa Milenio 3 ha batido
todos los récords de audiencia
en la franja horaria nocturna.
Es autor, entre otros, de los
ensayos El paraíso maldito, Fronteras de lo imposible,
Tumbas sin nombre y La noche
del miedo, todos ellos recibidos
con gran éxito de crítica y
público. Camposanto es su
primera novela.
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