Pues el Snark es una criatura peculiar,
que no se deja cazar fácilmente.
Haced todo lo que sabéis hacer,
y ensayad todo lo que ignoráis:
hoy no hay que perder ninguna oportunidad.

Gregory Benford (Mobile, Alabama, 1941) es uno de los autores de CF-Hard o con base científica más reconocidos del momento. Desde 1977, Benford inició una ambiciosa saga de seis novelas (En el Océano de la Noche [1977], A Través del Mar de Soles [1984], Gran Río del Espacio[1987], Mareas de Luz [1989], Abismo Frenético [1994] y Navegante de La Luminosa Eternidad [1995]) que narraban la posible interacción desde el futuro cercano hasta el siglo 375, entre inteligencias orgánicas y mecánicas o "Mecs". Todas estas obras han llegado a nuestro medio gracias a la colección Nova de Miquel Barceló, y esta vez -al contrario de los deleznables volúmenes de Orson Scott Card- hay que agradecérselo. Esta es una space-opera madura como las de la Cultura o las que la Factoría de Ideas y Bibliópolis están editando en España. Ahora verán porque.

Todo comienza en un hipotético 1999, cuando una expedición de la NASA es enviada a destruir el asteroide Icaro, que está en un inminente curso de colisión con India. Pero lo que la expedición no esperaba encontrar eran los restos de una antigua tecnología alienígena, aun funcionales, dentro del asteroide. El científico británico Nigel Walmsley, protagonista de las dos primeras novelas, hará todo lo posible por salvar esa tecnología quedando seriamente alterado por ésta; su primera esposa Alejandría quedará aun más afectada al ser resucitada tras su muerte clínica, y usada de interfase por el enigmático Mec conocido como el Snark. Una expedición posterior realizada a la Luna revelará restos de una colonia destruida por alguna fuerza desconocida. A pesar de la oposición del movimiento religioso de los Nuevos Hijos (¿alguien dijo Bush y su cristianismo de derechas?) y del gobierno, se logrará impulsar una expedición sublumínica hacia la estrella Ra de donde se han recibido inquietantes señales. Ahí se descubrirá una cultura de seres que ven en el espectro de las microondas. De hecho la expedición descubrirá que estos seres -ahora en la barbarie-, una vez llegaron a tener un imperio galáctico que protegió a varias especies -entre ellos a los humanos- del ataque de las inteligencias mecánicas, que como podrán ver los expedicionarios, en sus viajes a las estrellas cercanas a la Tierra con planetas habitables, son legión. 

Mientras tanto, la Tierra es atacada por los Mecs, que sueltan a los Pululantes y Espumeantes, dos ciclos de una misma forma de vida que han sido condicionados para destruir los transportes marinos e invadir las costas (si, ya sé que suena a película B de los '50 pero sigan leyendo). Ahí se dará una interesante metáfora sobre la comunicación entre diferentes especies, puesto que en China se intentará comprender el lenguaje espumeante (él de la fase inteligente de la especie), o bien que los Espumeantes nos comprendan a nosotros para detener su ataque. Pero se indica a lo largo de esta saga, la comprensión entre dos especies radicalmente diferentes puede quizá ser un acto imposible. Solo la tecnología enviada por los expedicionarios desde Ra podrá equilibrar la balanza en esta guerra declarada unilateralmente por los Mecs.

De ahí la serie da un salto de 350 siglos al planeta Nieveclara, un mundo cercano al centro Galáctico. Ahí un clan de humanos, la familia Bishop, sobrevive duramente ante el ataque de los Mecs, pero impelidos por una serie de entidades cósmicas, deberán iniciar una peregrinación gradual hacia el Centro en la nave Argo. A lo largo de su viaje se encontrarán con la rivalidad inicial y posterior ayuda de las mirapodia, una forma de vida insectoide cyborg.

Y he aquí que la peregrinación de los Bishop será el comienzo de un viaje iniciático por los caminos de la ciencia y el conocimiento llegando a comprender poco a poco cuan grande fue la humanidad en el interregno entre la época actual y la de Walmsley. Mas aun, su llegada al Núcleo se revelará como una jugada más en un tablero de ajedrez cósmico que abarca miles de civilizaciones y millones de años para conseguir la supervivencia definitiva entre todas las especies. Una causa muy necesaria, porque se avecinan, en lo que sería el "futuro cercano" para los seres cósmicos, catástrofes tales como la muerte entrópica del universo, o peor aun, el Tumulto: el cambio de todas las propiedades cuánticas de una partícula para reiniciar el Big Bang.

Benford no es avaro a la hora de darnos maravillas, como la trampa que las mirapodia crean para Killeen Bishop, al atrapar su trasbordador atmosférico en una supercuerda. O el viaje a través de hoyos de gusano que la familia Walmsley realiza hacia el futuro, llegando al Punto Omega. Pero la construcción cósmica que se lleva el premio es el Esti (espacio-tiempo) El Esti es una construcción artificial hecha de estrías de espacio y tiempo, virtualmente ilimitado en su interior, que da refugio a todas las formas de vida no mecánicas de la Galaxia, y que da a otras líneas de tiempo y al lejano futuro. Pero lo más increíble de todo es que Benford se ha basado en especulaciones físicas actuales y reales para crear estas maravillas. Al mismo tiempo como buen científico que es, respeta las leyes einstenianas y no dota a sus naves de propulsión superlumínica, declarándola un imposible.

Y como toda space-opera que se respete deberá tener enigmáticas superespecies y enemigos formidables. Un imperativo en el género desde Edward Elmer "Doc" Smith, el querido y recordado creador de la saga de los Lensmen. En este caso, el enemigo por excelencia será el Mec Gris o Mantis, una criatura casi imposible de matar por ser un producto de muchas mentes mec reunidas a lo largo de los siglos en un cuerpo formado por subpartes móviles. El Mantis se revelará como un miembro de la Clase Estética de los Mecs que "cosecha" a los humanos para usarlos en repulsivas obras de arte biológico que causan gran placer a su mente (¿mentes?), pero que deforman psíquicamente a sus modelos. El Mantis se revelará como el artífice de muchos de los escapes milagrosos de los Bishop ante los peligros que les esperan en el Núcleo. Las superespecies serán una profusión de seres, desde la Mente Magnética que contacta a Killeen en Nieveclara a los Supremos, seres que evolucionaron a partir de la arcilla y el poder detrás de muchos de los acontecimientos de la historia humana, o el enigmático Phyllum Insondable que le gusta filosofar sobre el origen de las especies, incluyendo a los igualmente enigmáticos kenes.

Tal vez una de las razones porque esta serie no goza de gran popularidad entre los lectores, es porque en ella la humanidad es un peón, no un héroe. Es lo que fuerzas superiores han hecho de ella a lo largo de la historia. Fuerzas a las que no le importan sus principios ni costumbres; fuerzas que harán lo que sea para que la humanidad cumpla con su destino, lo quiera o no. ¿Y saben que?, la saga funciona bien bajo esta premisa, a la vez que es una serie sobre el descubrimiento de las maravillas del cosmos y sus misterios (no en vano, Benford es un científico de alto calibre). Ahí la ciencia y la ficción no chocan, a la vez que se hace un crudo análisis de la humanidad tan imperfecta y frágil como es. Pero lo que dice es la verdad.

Lean esta saga, no es la CF basura de la televisión como Star Trek o StarGate. Los hará pensar y soñar. Después de todo eso es lo que somos en la saga para el resto de la galaxia. Los vertebrados soñadores.

© Daniel Mejía
Publicado originalmente en Ciencia Ficción Perú
Reproducido con permiso del autor