Watchmen
Dave Gibbons y Alan Moore

Lo primero que vemos es cómo la cámara (aproximándonos a un símil cinematográfico, lo cual para esta obra es bastante irónico [1]) se aleja de un río de sangre y de una sonrisa inexpresiva de color amarillo. Se acerca el fin, dice una pancarta. El diario de uno de los (anti)héroes de la historia apela a la destrucción final y la salvación imposible de una sociedad paralela a la nuestra. El asesinato de un héroe retirado, el Comediante. Una máscara con negro y blanco en movimiento recorriendo las calles en busca de una conspiración. La guerra fría, Estados Unidos, el temor de la aniquilación suprema.

Bienvenidos a Watchmen.

Para empezar con esta reseña tendrías que mirar la portada de Watchmen o echarle una simple ojeada, y eso mismo te podría llevar a muchas ideas, y quizás todas ellas sean ciertas o contradictorias.

¿Es un cómic? Sí, sin duda, aunque su nivel de detalle es extremista, y su guión un absoluto rompecabezas donde se tejen multitud de historias y argumentos (incrementados y redondeados por esos epílogos escritos como trozos de diarios y periódicos) que jamás podrás estar seguro de qué líneas de separación hay entre una novela y ese arte secuencial que en ocasiones se infravalora demasiado, el cómic.

De acuerdo, es un cómic. ¿Es un cómic de superhéroes? Bueno, aquí aparecen unos cuantos, aunque la mayoría son un grupo de fracasados (o no), a excepción de Jon, también conocido como doctor Manhattan, humano transformado en ente divino capaz de transportarse de un lugar a otro instantáneamente y ver el pasado y el futuro como una línea indistinguible, aunque eso no le impide en ocasiones verse afectado emocionalmente (veáse su destierro a Marte y la narración de su vida, confabulación narrativa que rompe todas las barreras temporales).

La manera más fácil de catalogarlo sería cómic de superhéroes crepuscular... Aunque también nos faltarían calificativos o géneros como el de la ciencia-ficción. Al igual que “El Hombre en el Castillo”, de Dick, nos hallamos en un universo paralelo, donde ciertos cambios temporales (Estados Unidos ganó la guerra de Vietnam, existen superhéroes reconocidos por el gobierno) que consiguen crear un mundo único, donde la premisa de “qué hubiera pasado si” alcanza un importante efecto, aunque tampoco es lo único.

Watchmen, como ya hemos dicho, es muchas cosas [2]: desde una reconstrucción del género a una inquietante visión de la humanidad negativa y positiva a la vez. Se distingue una historia con el telón de la Guerra Fría en el fondo, con personajes perfectamente perfilados y adultos que se mueven aquí para allá en ese increíble mundo ilustrado por milimétrica precisión por Dave Gibbons y escrito Alan Moore. A éste último creo que no le hace falta presentaciones (recordemos: La cosa del Pantano, Desde el Infierno...y la constancia de ser con toda probabilidad el mejor escritor de cómics, el Stanley Kubrick de este arte).

De modo que si aún no lo han leído aprovechen ahora y siéntense para disfrutar de las mejores páginas que el mundo del cómic ha podido concebir. Y ya saben. Quizás cuando terminen puedan cerrar los ojos y responder a la pregunta que se realza en forma de pintura, sobre la pared de un edificio:

¿Quién vigila a los vigilantes?

© José Manuel Sala Díaz